viernes, 5 de mayo de 2017

OSTERIA MIRVANA - CANNING




Hace unos días fuimos a conocer el nuevo local de Osteria Mirvana, en la localidad de Canning, quienes se mudaron a un local más grande y más cómodo con la gran virtud de seguir manteniendo ese clima tan intimo que lo identifica.

El restaurante está al mando por sus dos dueños quienes personalmente atienden a los clientes, explican los platos y cocinan. La historia de ellos nos encantó. Gaspare es un tano divino, dueño de talleres mecánicos, Fernando es ingeniero. Ambos son amigos y comparten la pasión por la gastronomía. Hace un tiempito, un amigo en común abrió una parrilla en Monte Grande y ellos la utilizaban el día que no abría al público para hacer menúes por pasos para sus amigos. Disfrutaban tanto del placer de cocinar y de ver la cara de satisfacción en sus seres queridos al probar sus platos que tomaron la decisión de abrir su propio local. Mirvana abre de miercoles a sábado sólo a la noche, porque ellos no buscan el rédito económico, viven de sus actividades principales y el restaurante es su hobbie, es su motor a la felicidad. Esto se nota a lo largo de toda la experiencia gastronómica que implica cenar allí. Se nota en la tranquilidad con la que te atienden, tienen turno único, por lo que no están desesperados porque te vayas para liberar tu mesa. Manejan una excelente calidad de materia prima y no escatiman en nada, un detalle difícil de encontrar hoy en día. El resto del equipo lo forman Damian y Joel a cargo del Sushi, Natalia en la cocina y Monica atendiendo el salón.

Tienen capacidad para alrededor de 30 cubiertos, las mesas están bien separadas, lo que permite intimidad y no tener que escuchar los diálogos de las mesas continuas. Las mesas son un poco más grandes que las normales y en vez de sillas tiene silloncitos, lo que hace la visita mucho más cómoda.
La decoración es acogedora y respetando siempre el clima íntimo.




Apenas nos sentamos, se acercó Monica la camarera, quien está atenta a cada detalle y nos acercó una tapita para arrancar la noche. Consistía en una masa de mil hojas con una compota de cebollas caramelizadas y morcilla, lo acompañó con un aperitivo.

Mientras esperábamos los platos, nos trajeron unas focaccias que tuvieron que renovar al ratito, porque estaban tan ricas que era imposible no tentarse de comerlas.








Empezamos con una ensalada FIT de pomelo, remolacha, mascarpone, cajú y verdes. Quienes nos siguen sabrán que no somos muy fanáticos de las ensaladas, pero esta nos llamó la atención y nos encantó. Lograron una combinación de sabores y texturas ideales. Quienes tienen la habilidad de hacer rica hasta una ensalada, saben cocinar de verdad.

Luego llegaron las gambas locas, donde cabe resaltar la excelente calidad del marisco y el gran punto de cocción en el que salen.



Siguiendo la linea de mariscos, llegaron los sorrentinos al negro con tinta de calamar, rellenos de salmón, langostinos y jengibre con salsa de pulpitos, vieyras y cherrys, la base de la salsa era de cúrcuma, vino dulce y maracuya. Otra vez juegan con sabores y texturas diferentes que el paladar agradece infinitamente. Nuevamente los puntos de cocción salen excelentes, tanto de las pastas como de los mariscos.

Para despedirnos de las pastas, llegaron los mariscos a la Filipina, para nosotros el mejor plato de la noche, aunque sentimos que todos fueron muy parejos. Es una versión de un plato que sirven algunos restaurantes Philipinos en Nueva York. El plato es un clásico red curry que lo sirven con un mix de mariscos salteados sobre jengibre, ajo, cebolla, lemongrass, kaffir y pasta de chile. Está terminado con una emulsión de huevo y leche de coco, con lluvia de maníes y en vez de usar arroz usan una base de fideos. Me cuesta muchísimo describir este plato más allá de sus ingredientes, porque al ser tan distinto al paladar Argentino sorprende y enamora de una forma difícil de describir. Son gustos bien definidos y muy particulares que combinados forman un festival de sabores en el paladar. La salsa de Chile le di un picor importante, que a nuestro gusto le queda genial.


Nos despedimos con una tabla de Sushi de primera calidad, materias primas frescas y combinación de sabores a la perfección.


Tarde o temprano si el mundo es justo, Osteria Mirvana se va a convertir en un ícono de Canning, por su atrevimiento en la combinación de sabores, por la excelente atención a cada detalles, por ser algo distinto que no se consigue fácilmente, por el equilibrio que consiguen en la calidad de los platos que sirven, porque se nota que lo hacen con pasión y porque se animan a jugar, a combinar , a mezclar ingredientes generando sabores nuevos.

Cuando cuento que existen lugares así en Canning, muchos preguntan si vale la pena alejarse 35 km de Capital para ir a comer, no tengo dudas que por Osteria  Mirvana lo vale, donde no solo uno busca comer bien, sino vivir una experiencia gastronómica.


Av Pedro Dreyer 4.668 - Canning







No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nos gustaría que nos dejes tus comentarios! Muchas gracias!